miércoles, 10 de abril de 2019

TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD O BORDERLINE

"La vida no solo es blanca o negra, pero las personas con trastorno límite no logran percibir otros colores"

El trastorno límite de la personalidad (TPL) afecta a la forma de pensar, percibir y relacionarse de quien lo padece, teniendo estos rasgos afectados de forma permanente e inflexible. Esto da lugar a desadaptación y conductas que se apartan de las normas sociales. Se caracteriza también por un patrón de inestabilidad asociado a las relaciones interpersonales, la autoimagen y los afectos. Se puede definir como una anomalía en el funcionamiento social y personal caracterizado por una forma peculiar de afrontar los problemas y las relaciones interpersonales.


No existe una identificación clara de las causas que precipitan o posibilitan el desarrollo de este tipo de personalidad. Destaca la existencia de diferentes factores de riesgo que pueden ser biológicos, psicosociales o genéticos. En cuanto a la genética, es aproximadamente cinco veces más frecuente entre familiares biológicos de primer grado. También aumenta el riesgo por consumo de sustancias, trastorno antisocial de la personalidad y trastornos depresivos o bipolares.

Suele comenzar en la adolescencia o el comienzo de la edad adulta y el diagnóstico se realiza entre los 19 y los 34 años. 

Se estima que lo padecen entre el 1 y el 2% de la población y las mujeres tienen más riesgo de sufrirlo. La familia de una persona con TPL sufre con frecuencia depresión y dependencia de alcohol y drogas. 

El TPL no desaparece por sí solo. Sin un diagnóstico adecuado y con el paso de los años, este trastorno irá progresando y haciendo que la vida de quienes lo sufren sea un tormento.


SÍNTOMAS

  1. Pensar que van a ser abandonados. Hacen esfuerzos frenéticos por evitar un abandono real o imaginario. Su percepción de ser abandonados o rechazados puede dar lugar a cambios en la autoimagen, el afecto, la cognición y el comportamiento. Son individuos muy sensibles a las circunstancias ambientales y experimentan miedo e ira inapropiados aunque se trate de una separación real por tiempo limitado (por ejemplo,  cuando alguien importante para ellos llega tarde a una cita o la cancela). Incluso llegan a creer que los abandonan porque son malos. Muestran intolerancia a la soledad y necesidad de tener a otras personas con ellos. Sus esfuerzos frenéticos por evitar el abandono pueden incluir actos impulsivos como la autolesión o comportamientos suicidas.
  2. Relaciones interpersonales inestables. Sus relaciones son inestables pero intensas. Pueden idealizar a sus cuidadores o a sus amantes en la primera o segunda cita. Exigen pasar mucho tiempo juntos y compartir pronto los detalles más íntimos de una relación. Pasan a devaluar a las personas con la misma rapidez, sintiendo que la otra persona no les importa demasiado, no les da lo suficiente o no está presente el tiempo necesario. Pueden llegar a comprender y cuidar a los demás con la expectativa de que esté ahí para cubrir sus necesidades cuando se lo pida. Son propensos a cambios repentinos y dramáticos en su visión de los demás. Quienes los rodean pueden ser considerados su mejor apoyo o sus más crueles castigadores.
  3. Autoimagen distorsionada e inestable. Puede haber una alteración de la identidad caracterizada por una autoimagen o sentido de sí mismo inestable. Cambian repentina y dramáticamente su autoimagen, sus metas, sus valores y sus aspiraciones personales. Puede haber modificaciones repentinas de opinión y proyectos acerca de la profesión, la identidad sexual, los valores y los tipos de amigos. Pueden variar repentinamente y asumir un papel que va desde una persona necesitada de ayuda a una persona vengadora que se resarce por los malos tratos sufridos. Suelen tener una autoimagen mala o dañina. A veces tienen la sensación de que no existen cuando sienten la falta de una relación significativa, de cuidados y de apoyo. Suelen obtener peor rendimiento en situaciones no estructuradas.
  4. Impulsividad y riesgo de suicidio. Muestran conductas impulsivas al menos en dos áreas potencialmente dañinas para sí mismos: pueden jugar patológicamente, gastar dinero de manera irresponsable, darse atracones de comida, consumir sustancias de abuso, mantener relaciones sexuales sin protección o conducir de forma temeraria. Suelen presentar comportamientos, gestos o amenazas suicidas recurrentes y autolesivas. El suicidio consumado se produce en un 10% de estos individuos. Son habituales las autolesiones y las amenazas e intentos de suicidio. Esta tendencia suicida suele ser la razón por la que piden ayuda o por la que lo hace alguien de su entorno. En muchas ocasiones, las autolesiones son una reacción ante la amenaza percibida de separación o rechazo. Suele aparecer la automutilación, que implica un alivio porque reafirma su capacidad de sentir o expiar la culpa por ser una persona mala o despreciable.
  5. Emociones cambiantes. Inestabilidad afectiva debida a una emocionalidad muy reactiva. Sufren episodios de irritabilidad o ansiedad que suelen durar unas horas y rara vez más de dos días. Es una reactividad extrema ante estresores interpersonales. Pueden pasar fácilmente de un estado depresivo a uno muy entusiasta.
  6. Sentimientos crónicos de vacío e ira. Se aburren con facilidad y se quejan de sentimientos de vacío. Buscan constantemente algo que hacer. Expresan la ira de forma inapropiada e intensa y tienen dificultad para controlarla. Suelen ser sarcásticos, con resentimientos duraderos y explosiones verbales. La ira suele aparecer cuando perciben que un cuidador o amante es negligente, distante, indiferente o que tiene la intención de abandonarles.
  7. Síntomas disociativos. En periodos de estrés extremo puede aparecer ideación paranoide transitoria o síntomas disociativos (como la despersonalización). Estos episodios ocurren con mayor frecuencia como respuesta a un abandono real o imaginario. Los síntomas tienden a ser transitorios y duran minutos u horas. Cuando la persona significativa vuelve a ocuparse de sus cuidados suelen remitir los síntomas.

DIAGNÓSTICO

Para identificar este trastorno es necesario que estén presente cinco o más de estos criterios:
  1. Intentos desesperados para evitar el abandono real o imaginado.
  2. Patrón generalizado de inestabilidad e intensidad en las relaciones interpersonales en las cuales se destaca la ambivalencia entre idealización y devaluación.
  3. Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la autoimagen y del sentido del yo.
  4. Conductas impulsivas en dos o más áreas altamente autolesivas: gastos, sexo, drogas, conducta temeraria, atracones alimentarios.
  5. Conductas, actitud o amenazas frecuentes de suicidio o de automutilación.
  6. Labilidad afectiva causada por una reacción notable del estado de ánimo (por ejemplo, episodios intensos de disforia, irritabilidad o ansiedad que pueden durar varias horas y, rara vez, más de unos días)
  7. Sensación crónica de vacío.
  8. Enfado intenso e inapropiado o dificultad para controlar la ira (por ejemplo, manifestación recurrente de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).
  9. Ideas paranoides transitorias asociadas a momentos de estrés o síntomas disociativos graves.



TRATAMIENTO

El tratamiento es difícil debido a la complejidad del trastorno y su modo de manifestarse. La inestabilidad de estas personas dificulta la adhesión al tratamiento y es frecuente su abandono.

  • Psicofármacos. La farmacoterapia es una intervención complementaria que no sustituye al trabajo que se realiza entre la persona y su grupo social de apoyo. Los fármacos prescritos irán orientados a paliar los síntomas de inestabilidad emocional y afectiva, impulsividad, descontrol conductual y dificultades cognitivas. Se utilizan antidepresores para controlar la impulsividad, en particular inhibidores MAO (monoamina oxidasa) para que esa persona encuentre un equilibrio estable. Los medicamentos serotonérgicos pueden ayudar en el estado de ánimo decaído. Los medicamentos los prescribirá un psiquiatra.
  • Psicoterapia individual y grupal, con programas multidisciplinares. Son eficaces las técnicas cognitivo-conductuales, el entrenamiento en habilidades sociales, la psicoeducación o la terapia dialéctico conductual. Con la terapia se pretende incrementar el nivel de habilidades adaptativas y capacidades funcionales (autocuidado personal, búsqueda de empleo, acceso comunitario, manejo del hogar, amistades...), reducir la impulsividad, aumentar la sensación de presencia consciente en el aquí y ahora y, en general, aumentar el bienestar físico y psicológico.
  • Hospitalización. Se producen por los intentos autolíticos, autolesiones, episodios psicóticos y depresivos, deterioro psicosocial y desbordamiento familiar. Suelen ser ingresos breves dirigidos a controlar síntomas agudos o situaciones de crisis. Una vez controlados volverá a casa bajo supervisión médica y con tratamiento farmacológico.
  • Red de apoyos familiares y profesionales.

Es un trastorno complejo y de complicado tratamiento que pocas veces es comprendido por la sociedad. Sin embargo, el sufrimiento de estos pacientes y de las personas de su entorno es de gran magnitud. Con medicación y psicoterapia, una persona con TPL podrá vivir en su casa con normalidad manteniendo un equilibrio positivo mediante un esfuerzo constante.








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