sábado, 29 de junio de 2019

EL PODER DE LA NATURALEZA


"Desconecta del mundo actual y pasea por el bosque usando todos tus sentidos. Déjate acariciar por el viento, déjate invadir por los olores, escucha los sonidos del bosque y contempla todo lo que te rodea"

¿Alguna vez has caminado en silencio por un bosque, simplemente disfrutando del aire puro y del entorno? ¿Qué has sentido? 

En 1982, el gobierno japonés puso en marcha un programa de salud pública llamado "baños de bosque" y hoy en día 5 millones de japoneses acuden anualmente a esta terapia natural. 

El baño de bosque o Shinrin Yoku consiste en pasar tiempo en el bosque con el objetivo de mejorar la salud, el bienestar y la felicidad. Su nombre viene de su principio más importante:  es beneficioso bañarse y sumergirse en la atmósfera del bosque.



POR QUÉ FUNCIONAN

El baño de bosque ha demostrado su eficacia para mejorar la calidad de vida y prevenir una gran variedad de enfermedades físicas y mentales.

  1. Evolutivamente, el bosque era nuestro entorno natural y todavía estamos adaptados a ello. 
  2. El mundo natural calma la actividad de nuestro córtex prefrontal, con el que planificamos y tomamos decisiones y, por otro lado, activa las áreas del cerebro relacionadas con la emoción, el placer, la empatía y la creatividad.  Así conseguimos apagar o ralentizar momentáneamente el reflejo automático de nuestra mente, que consiste en anticipar problemas y que deja una huella negativa en nuestra salud mental y física.
  3. La madera, las plantas y algunos frutos del bosque, emiten aceites esenciales para protegerse de gérmenes e insectos que son balsámicos para nosotros. Al inhalar profundamente, participamos de los efectos del bosque.


BENEFICIOS DE LOS BAÑOS DE BOSQUE

  • Disminuye la frecuencia cardíaca.
  • Disminuye la tensión arterial.
  • Reduce la hormona responsables del estrés, el cortisol. Esta hormona está relacionada con dolores de cabeza, presión sanguínea alta, problemas de corazón, diabetes, problemas cutáneos, asma o artritis.  
  • Potencia el sistema inmunológico.
  • Mejora la sensación de bienestar.
  • Mejora el estado de ánimo y los sentimientos de salud y fortaleza a partir de 40 minutos caminando por el bosque.
  • Reduce la ansiedad.
  • Reduce las posibilidades de sufrir un ataque al corazón.
  • Incremento de las células NK (natural killers o matadores naturales), que luchan contra las células infectadas o cancerígenas. 
  • Los efectos perduran un mes después del baño de bosque.
  • Incrementa la actividad del sistema nervioso parasimpático, mejora el descanso, conserva la energía, reduce el ritmo cardíaco e incrementa la actividad intestinal.

¿Y SI VIVES EN LA CIUDAD?

Si vives en la ciudad te puedes dar un baño de naturaleza en cualquier parque. Si te resulta imposible hacerlo, puedes mirar imágenes para intentar conseguir algunos beneficios de un verdadero baño de bosque.




miércoles, 19 de junio de 2019

HAMBRE EMOCIONAL

"El hambre emocional es una necesidad irrefrenable de comer algo. El alimento cubre otras necesidades y nos satisface pero el efecto dura poco y vuelve al ataque. Es un mecanismo emocional"

Hay, al menos, 7 tipos de hambre: visual, olfativa, bucal (busca el placer), estomacal (guiada por hábitos y horarios), celular (pide determinados nutrientes, como si fueran antojos), mental (se impone el pensamiento) y la del corazón. 

El hambre del corazón puede hacernos comer más de lo que el organismo requiere porque necesitamos sentir algo que no hallamos en nuestro entorno y recurrimos a la comida como sustituto rápido. En algunos casos son alimentos que evocan emociones de calidez y felicidad, como por ejemplo el chocolate, que no transporta de inmediato a nuestra infancia.

En otros casos recurrimos a la comida porque nos falta algo. Comemos cuando nos sentimos solos, cuando se termina una relación, cuando estamos tristes... Debemos ser conscientes de que esta comida que metemos en el estómago nunca llenará ese vacío ni calmará el dolor.

Si dedicamos tiempo a observarnos, veremos que justo antes de sentir la necesidad de picar, nos invaden distintas sensaciones: tristeza, frustración, aburrimiento, confusión, irritación, ansiedad, rechazo, cólera, disgusto, inseguridad, impaciencia... Observar tus emociones es el primer paso para no derivarlas a la comida. 

Tenemos una necesidad  urgente de comer que aparece de repente y con fuerza. El cuerpo nos pide alimentos concreots y devora la comida sin saborearla de verdad, pero nos quedamos insatisfechos aunque estemos llenos.  Es como una obsesión mental que, en muchos casos, nos hace sentir culpables después de haber comido. 

El hambre emocional está relacionada mayoritariamente con sentimientos desagradables, porque la comida calma y relaja. Comer ayuda a silenciar emociones incómodas. Es un anestésico que aplaca las emociones que no queremos sentir.

El aburrimiento también provoca hambre, ya que intentamos estimularnos con la comida y distraernos de las insatisfacciones de la vida. La mejor manera de hacer frente a estas compulsiones es dar una salida real a las emociones. Haz actividades enfocadas a satisfacer esa emoción, no a negarla.


PRACTICA LA ALIMENTACIÓN CONSCIENTE

  1. Aprende a reconocer tu hambre. 
  2. Reconoce lo que ocurre. Anota en un diario lo que comes cuando te sientes triste, solo, enfadado o nervioso.
  3. Cuando sientas la necesidad de comer fuera de las horas habituales de comida, fíjate en qué sentías antes. ¿Ha conseguido ese tentempié cambiar tu estado de ánimo?
  4. Reconforta tu hambre de corazón. Intenta descubrir el tipo de hambre. Si es emocional, elige ese alimento que te reconforta, pero toma solamente una pequeña porción. Siéntate y contempla la comida. Mastica cada bocado de forma muy lenta e imagina que lo envías al corazón, poniendo en esa imagen todo tu cariño y afecto.
  5. Cuando sientas ese tipo de hambre, haz actividades que nutran tu corazón: habla con alguien que quieras, juega con tu mascota, sal al jardín o a pasear, escucha tu música favorita...

domingo, 16 de junio de 2019

PESO Y AUTOESTIMA


"Céntrate en lo que tienes y no en lo que te falta"

Damos mucha importancia a tener un peso bajo, sobre todo las mujeres, para amoldarnos a unos estereotipos externos. El resultado puede ser frustrante porque condiciona nuestra vida y nos hace sentir que estamos fallando. La salida a esta trampa es aprender a querernos y querernos más. 

Necesitamos sentirnos queridos y valorados por los demás y por nosotros mismos, pero cuando esa sensación de valía está demasiado centrada en un aspecto como puede ser el físico, somos más vulnerables. Muchas personas emplean su cuerpo como una tabla de salvación porque creen que el peso es más fácil de controlar que el mundo emocional. 

La obsesión por adelgazar también esconde un problema de autoestima. Somos seres sociales y una baja autoestima nos lleva a angustiarnos por lo que los demás piensen y sienten con respecto a nosotros.  

Tenemos la capacidad de reflexionar, de observarnos mientras actuamos y, por tanto, de transformarnos y mejorarnos. El problema surge cuando utilizamos esa capacidad para criticarnos e infravalorarnos, para hacernos la vida imposible e incómoda. Tememos al rechazo, rechazamos el fracaso. 

El tipo de relaciones que mantenemos con los demás dependen de la imagen que tenemos de nuestro cuerpo, por eso caemos en la trampa de la delgadez y las dietas. Nuestra imagen la constituyen, en primer lugar, las relaciones entre padres e hijos (formación de la autoestima), pero cuando crecemos 
ámbitos como el colegio, los amigos, los comentarios, la televisión, las revistas con modelos delgadas... acaban de conformarla. 

Aprende a quererte. No uses la comida como una tapadera a tus emociones. Expresa lo que sientes. No des importancia a las imperfecciones, a las arrugas, a los kilos... Deja de imaginar que tu vida hubiera sido diferente si hubieras sido delgado. No focalices tu atención en lo que le sobra o le falta a tu cuerpo, ya que lo realmente importante es lo que sí poseemos y podemos potenciar.

Crea tu propia identidad. Especialmente sobre la mujer hay muchas presiones. Se desvaloriza lo femenino desde la moda, el cine, o la industria mostrando cuerpos extremadamente delgados. Esto va en contra de la feminidad y le arrebata a la mujer el poder de crear su identidad femenina. Tenemos que empezar a pensarnos y querernos de otra manera.



martes, 11 de junio de 2019

ESTRÉS Y ALIMENTACIÓN

"El estrés prolongado consume muchos recursos del organismo y lo debilita. Para recuperarnos necesitamos reponer las sustancias que ayudan a producir los neurotransmisores del bienestar"

Como explicamos cuando hablamos de gestión y manejo del estrés, estamos ante una reacción fisiológica frente a una amenaza, real o imaginaria, en la que el organismo se prepara para luchar o huir, aunque hoy en día lo más habitual es sufrir estrés debido a nuestro ritmo de vida.

Cuando sufrimos estrés, nuestro organismo consume más nutrientes y hay que reponer vitamina C, magnesio, calcio y omega-3. Nuestro cuerpo necesita, además, más energía. Por ese motivo, cuando nos estresamos nos apetecen alimentos procesados con grasas hidrogenadas y exceso de azúcar o sal. Nos aportan un placer inmediato pero desequilibran nuestro sistema nervioso.

El estrés favorece la ansiedad y el insomnio. Si escogemos alimentos saludables podemos aliviar la tensión, estabilizar el azúcar en sangre e ir eliminando el estrés. Uno de los principales objetivos es mantener la salud intestinal para garantizar la formación de los neurotransmisores necesarios.




ALIMENTOS QUE NOS AYUDAN 

  • Arándanos y alimentos de color morado. Contienen unos antioxidantes naturales que ayudan a formar serotonina y dopamina. Estos neurotransmisores mejoran el humor y la memoria. Cantidad: 1 puñado al día.
  • Yuca y otras raíces como patata, boniato o calabaza. Sus hidratos de carbono celulares favorecen la respuesta de la hormona cortisol en personas con estrés. Estos hidratos aumentan la absorción de triptófano, un aminoácido esencial, y mejoran los niveles de serotonina y la calidad del sueño. Cantidad: 4 veces a la semana.
  • Pistachos. Ayudan a reducir la vasoconstricción y favorecen el funcionamiento del corazón debido a la dilatación de las arterias. Cantidad: unos 100 gramos al día.
  • Lentejas, legumbres en general y cereales integrales. Son ricos en vitamina B e indispensables para el buen funcionamiento cerebral. También son ricos en fibra y magnesio. Cantidad: 3-4 veces a la semana.
  • Semillas de sésamo y de calabaza. Son ricas en magnesio, calcio y triptófano, que es el aminoácido precursor de la serotonina. Cantidad: 2 cucharadas soperas al día.
  • Plátanos. Aportan potasio y triptófano. Si están poco maduros tienen un almidón que alimenta a las bacterias que regeneran la flora intestinal, responsables de fabricar el 90% de la serotonina. Cantidad: 4-6 a la semana.
  • Naranjas o alimentos ricos en vitamina C, que es uno de los micronutrientes que necesitamos para reponernos de las situaciones de estrés. Cantidad: 4-6 a la semana.
  • Chocolate negro con bajo contenido en azúcares. Produce placer y las sustancias que forma en el cerebro anulan la sensación de dolor y depresión. Cantidad: 40-60 gramos al día.
  • Chucrut y otros fermentados. Los fermentados son una fuente de salud y mantienen al intestino en perfectas condiciones. Es recomendable tomar a lo largo de la semana kéfir de agua, vinagre de manzana, miso o tamari, tempeh, kombucha... Cantidad: 1 cucharada sopera al día.
  • Acelgas y otras hojas verdes. No pueden faltar a diario por sus aporte en magnesio, que es uno de los minerales que más se consumen en momentos de estrés. Son, además, ricas en ácido fólico y contribuyen a la formación de neurotransmisores. Cantidad: 3 veces a la semana.
  • Alimentos ricos en omega-3 o suplementos.

Estos alimentos no van a eliminar el estrés. Es importante aprender a gestionarlo, pero si además incluyes alguno de ellos en tu alimentación, te ayudará a sentirte mejor y a reponerte de sus efectos. 


sábado, 8 de junio de 2019

GESTIÓN Y MANEJO DEL ESTRÉS

"El estrés sostenido en el tiempo es como un martillo que golpea de manera constante nuestra salud"

El estrés es, en realidad, una respuesta natural y necesaria para la supervivencia pero que, bajo determinadas circunstancias puede desencadenar problemas de salud graves si es muy intenso y se prolonga en el tiempo. A medio y largo plazo, el estrés provoca daños graves en cuerpo y mente. 

Es frecuente que en nuestro día a día nos encontremos con situaciones que provocan respuestas de estrés. Estas situaciones se caracterizan por ser impredecibles e incontroladas y pueden deberse tanto a factores externos (amenaza, pérdida...) como internos (autoexigencia, competitividad...)

Es complicado medir el impacto del estrés sobre nuestra salud por dos motivos: el estrés no se manifiesta de una manera única y la sintomatología fisiológica del estrés puede ser producida de manera parcial o casi total por otras emociones. En cualquier caso, influye la manera en que lo interpretamos o nos enfrentamos a ello, ya que existen distintos tipos de tolerancia a los problemas y distintos umbrales, dependiendo de la persona, para los que el estrés puede ser un peligro para la salud.

El estrés consta de tres estadios:
  • Reacción de alarma, cuando el cuerpo detecta el estímulo externo.
  • Adaptación, cuando el cuerpo toma medidas defensivas hacia el agresor.
  • Agotamiento, cuando las defensas empiezan a agotarse.

Cuando entramos en la fase de agotamiento, el estrés nos puede afectar a tres niveles:
  1. Psicológico: preocupación por pequeñas cosas, ansiedad, inseguridad, dificultad para tomar decisiones y para concentrarse, pensamientos negativos sobre uno mismo, los otros y el futuro, temor a perder el control, irritabilidad, tristeza.
  2. Fisiológico: elevación de la presión arterial, aumento del ritmo cardíaco, aumento del colesterol en sangre, cefaleas, lumbalgias, dificultades respiratorias, síntomas gastrointestinales y problemas dermatológicos.
  3. Comportamental: bajo rendimiento, tabaquismo y/o abuso de otras drogas (alcohol, cocaína...), absentismo, malas relaciones interpersonales, alteraciones en la alimentación, problemas sexuales.

CÓMO GESTIONAR EL ESTRÉS

  1. Identifica el momento en que comienza el estrés. El estrés se manifiesta física y emocionalmente y puede tener una intensidad creciente o mantenerse latente. Las señales físicas con tensión muscular, especialmente en la zona de la mandíbula, el cuello y los hombros. También hay tensión en el rostro y normalmente los labios están apretados. Emocionalmente hay una sensación de irritación mezclada con angustia. Estas sensaciones te dicen que es el momento de parar.
  2. Modificar la situación. Cambia las condiciones ambientales. Mantén una temperatura adecuada en espacios cerrados, controla los ruidos y evita el consumo de sustancias que activan el Sistema Nervioso Central (cafeína, nicotina...). Intenta generar estímulos que favorezcan respuestas incompatibles con el estrés: música, luminosidad, descansos o estrategias de relajación.
  3. Aplica técnicas de respiración. La respiración está a nuestro alcance en cualquier momento y es un excelente mecanismo para recuperar la serenidad. Las respiraciones lentas y rítmicas activan el nervio vago y éste modera las respuestas frente al estrés. Adopta una posición cómoda  e inspira profundamente. Trata de percibir cómo tus pulmones se van llenando de aire. Luego exhala el aire, muy lentamente. En apenas dos o tres minutos, tu nivel de estrés se habrá reducido.
  4. Desvía la atención. Es estrés se asocia con respuestas de ataque o huida y es por este motivo que, una vez que el estrés se presenta, la atención se fija de manera automática en los focos que lo originaron y cuanto más te fijes en ellos, más estresado te sentirás. Por eso es muy importante que desvíes la atención. Puedes mirar algún objeto del entorno, tratar de describirlo mentalmente y de la forma más detallada posible. Luego repite este mismo ejercicio con otros dos objetos. Esto te ayudará a gestionar el estrés, regulando tus impulsos y ampliando tu panorama emocional inmediato.
  5. Mira una imagen relajante. Las imágenes comunican sensaciones y las impregnan en los observadores. Es bueno tener siempre a mano alguna fotografía o pintura con una imagen relajante. Lo más adecuado son los paisajes, especialmente si son de sitios solitarios, clima frío y mucho verde o mucha agua. Cuando sientas que hay mucho estrés, mira estas imágenes hasta que sientas que se alivia la tensión. Es una forma de enfocar tu mente hacia algo agradable para disminuir la inquietud.
  6. Reinterpreta la experiencia. En ocasiones, ser consciente de que sientes estrés te estresa más. Detectas que sientes demasiada angustia y quieres liberarte de ella cuanto antes. No siempre es fácil y eso te inquieta más en lugar de calmarte. Es importante que al identificar y aceptar que tenemos estrés pongamos en marcha una serie de mecanismos útiles para reducirlo. Intenta reconocer todas las sensaciones que notas cuando sientes estrés: cómo está tu cuerpo, cómo están los latidos de tu corazón, qué clase de pensamientos llegan a tu mente... Estas y otras preguntas te ayudarán a reinterpretar lo que sientes. Cuando eso sucede, la sensación de tensión se va reduciendo paulatinamente.
  7. Adopta una postura física antiestrés. Hay posturas de estrés y posturas antiestrés. Las posturas de estrés son, por ejemplo, sentarse cruzando las piernas de una forma enrevesada, mover una pierna o ambas con ritmo rápido y constante, la espalda encorvada y los músculos del rostro tensos... Para disminuir el estrés, ponte de pie con la espalda muy recta y haz muecas con la cara. Esta es una posición que aporta confianza y seguridad y, a la vez, inhibe la producción de cortisol (relacionado con el incremento del estrés).
  8. Ejercicio con las manos. Cierra los puños de ambas manos con mucha fuerza y luego extiéndelas. Es un gesto agresivo y contribuye a liberar tensiones en momentos de gran inquietud. 
  9. Planificación del tiempo. El estrés, en muchas ocasiones, aparece por una falta de planificación. Establece un orden de prioridad, una jerarquía de tareas de acuerdo con la importancia de cada una. Haz una planificación horaria de cada día.
  10. Analiza pensamientos perfeccionistas y autoexigentes. Recuerda que todos somos imperfectos y con limitaciones y no podemos hacer todo lo que queremos, sino lo que podemos.
  11. Analiza la utilidad de determinados pensamientos. ¿Te sirve de algo estar preocupado constantemente? ¿Te hace ser más eficaz? ¿Te ayuda a ser feliz?...
  12. Analiza los deberías y cámbialos por "me gustaría" o "preferiría". Reduce la sensación culpa.
  13. Diferencia posibilidad de probabilidad. Aprende a calcular la probabilidad de que ocurra lo peor si no consigues los objetivos marcados. En ocasiones confundimos algo posible con algo altamente probable cuando no tiene por qué ser así.
  14. Técnicas de relajación. La respiración diafragmática, el Mindfulness, la relajación progresiva... han demostrado ser eficaces en el manejo del estrés


 

martes, 4 de junio de 2019

CEFALEAS

"Cuando se presenta de forma esporádica, el dolor de cabeza entra dentro de la normalidad; si se repite con frecuencia y es muy intenso puede llegar a ser invalidante y a convertir la vida en un infierno"

Los dolores de cabeza son causa frecuente de consulta médica. Sin embargo, no todos son iguales. Pueden estar causados por alguna enfermedad, por estrés o ser de tipo genético.

Hay dos grandes tipos de cefalea: 

  • Primarias: el dolor de cabeza es en sí mismo una enfermedad.
  • Secundarias: el dolor de cabeza es consecuencia de otra enfermedad (por ejemplo una gripe o un tumor cerebral).

CEFALEAS PRIMARIAS

  1. Cefalea tensional. Es muy común. Se presenta con presión en la cabeza (dolor opresivo). Suele afectar a las dos mitades de la cabeza. Sus causas pueden ser variadas (estrés, fatiga, ansiedad, exceso de café o tabaco). Puede ocurrir a cualquier edad, pero es más común en adolescentes y adultos.
  2. Migraña o jaqueca. Suele aparecer como ataques recurrentes de dolor en un lado de la cabeza, que puede variar en su frecuencia, intensidad y duración. Se suele presentar junto a náuseas, vómitos y molestias hacia luz y ruido. Es de origen genético y es crónica y episódica. Próximamente hablaré sobre este tema, ya que hay distintos tipos de migraña con diferentes características.
  3. Cefalea tusígena primaria. Surge como consecuencia de la tos, aunque también puede ocurrir por maniobras de valsalva, cuando intentamos exhalar aire con la glotis cerrada o con la boca y nariz cerradas. Es producto de una acción que se va repitiendo una y otra vez sin darnos cuenta, de un mal hábito. Puede surgir, por ejemplo, al estornudar, reírse, agacharse, llorar, entrenar con pesas... Aparece de forma súbita justo después del golpe de tos y puede afectar a una o a ambas partes de la cabeza. El dolor puede ser opresivo o punzante y la duración e intensidad pueden variar dependiendo de cada caso.
  4. Cefalea primaria por esfuerzo físico. Está causada por el esfuerzo físico prolongado. Es más frecuente en hombres y ni el tipo de ejercicio ni la condición física influyen en su aparición. Suele aparecer dolor bilateral y pulsátil que, en ocasiones, aparece junto a náuseas y vómitos. Suele iniciarse en el momento de máximo esfuerzo físico y mejora cuando cesa la actividad física.
  5. Cefalea asociada con la actividad sexual. Tiene su origen en las relaciones íntimas. Los síntomas son bilaterales y el dolor puede ser opresivo, punzante o pulsátil. Puede ir acompañado de taquicardia, acaloramiento, náuseas, rubor facial o incluso mareos. Suele durar entre 30 y 60 minutos y se puede presentar antes, durante o después del orgasmo.
  6. Cefalea en trueno primaria. Puede iniciarse tras un esfuerzo físico de intensidad elevada o por mantener relaciones íntimas. Es un tipo de cefalea explosiva que tiene inicio brusco y que alcanza su máxima intensidad en los primeros minutos. Su intensidad es de moderada a grave y puede presentarse en cualquier lugar de la cabeza, especialmente la zona occipital (parte trasera). En ocasiones se presenta junto a sensibilidad a la luz y al sonido y junto a náuseas y vómitos.
  7. Cefalea por crioestímulo. Se produce al entrar en contacto con algo frío, ya sea inhalado, ingerido o colocado en la parte externa de la cabeza. El dolor se localiza en la frente, concretamente  en la zona media. Es de tipo punzante y de corta duración y es común en quienes sufren migraña.
  8. Cefalea por presión externa. Aparece debido a la compresión de la cabeza de forma ininterrumpida en las partes blandas pericraneales (como por ejemplo por llevar casco, gorra o gafas). Es dolor aparece en el punto de compresión externa y suele remitir antes de los 60 minutos siguientes a la liberación de la compresión que lo ha provocado.
  9. Cefalea punzante primaria. Es un dolor de tipo punzante, generalmente intenso y de localización concreta (frontal o temporal, es decir, a los lados), aunque también puede cambiar de localización. Aparece de manera espontánea por hacer algunas maniobras (movimientos de cabeza, cambios de postura...)
  10. Cefalea numular. Se localiza solamente en el cuero cabelludo y es de carácter crónico. Su duración puede ser variable. El dolor es en forma de moneda, con un contorno perfecto, un tamaño redondo y fijo de entre 1 y 6 centímetros de diámetro.
  11. Cefalea hípnica. Aparece durante el sueño (nocturno y siestas) e interrumpe el mismo. Aparece generalmente en mayores de 50 años aunque, ocasionalmente, pueden padecerlo personas más jóvenes. Dura entre media hora y 3 horas y el dolor puede ser de muchos tipos.
  12. Cefalea diaria persistente de novo. Se conoce también como cefalea crónica diaria de inicio reciente y es bastante inusual. Los síntomas son parecidos a los de la migraña o la cefalea tensional aunque, a menudo, suelen parecerse a esta última. Aparece de forma repentina y los síntomas se manifiestan diariamente y de forma ininterrumpida.
  13. Cefalea en racimos. Es uno de los tipos de cefalea más dolorosos. Los dolores de cabeza en brotes generalmente te despiertan en medio de la noche con un dolor intenso en un ojo o alrededor de éste a un lado de la cabeza. Los brotes pueden durar semanas o meses, generalmente seguidos de periodos de remisión cuando los dolores desaparecen. Este tipo de cefalea es poco frecuente. Los tratamientos pueden acortar y aliviar la gravedad de estos ataques de dolor de cabeza y con la medicación se puede reducir el número de dolores de cabeza.

CEFALEAS SECUNDARIAS

  • Cefalea debida a traumatismo craneal o cervical. Son las más habituales y pueden aparecer tras un traumatismo o latigazo del cuello. El dolor de cabeza se puede presentar solo o junto a síntomas como mareos, falta de concentración o enlentecimiento motor.
  • Cefalea debida a trastorno vascular craneal y/o cervical. Suele aparecer junto a trastornos vasculares o cervicales como, por ejemplo, un ictus.
  • Cefalea debida a trastorno intracraneal no vascular. Su causa son trastornos intracraneales no pertenecientes al grupo anterior.
  • Cefalea debida a la administración o supresión de una sustancia, es decir, debido al uso de medicamentos o retirada de éstos.
  • Cefalea atribuida a infección como, por ejemplo, la gripe.
  • Cefalea tribuida a trastorno de la homeostasis, como cefalea de las grandes alturas, cefalea por inmersión o cefalea por apnea del sueño.
  • Cefalea o dolor facial atribuida a trastorno del cráneo, cuello, ojos, oídos, nariz, senos paranasales, dientes, boca o estructuras faciales o craneales.
  • Cefalea atribuida a trastorno psiquiátrico, como depresión o ansiedad.

Debido a la existencia de muchos tipos de cefaleas, no existe una solución universal para paliar síntomas y malestar. Es importante intervenir sobre el problema de base para reducir, al menos, el número de cefaleas. Podemos mejorar la dieta, descansar más, reposar la vista... En cualquier caso, es importante contar con supervisión médica y diagnóstico para atacar el problema desde la raíz.


LAS FOBIAS DEL COVID-19

"Estrés, ansiedad, depresión e insommio han sido las principales consecuencias del confinamiento" Agorafobia . Esta fobia se refie...